El primer encuentro de Idril y Luthien

La gente me miraba con miedo y repugnancia, sus actos actuaban por ellos.

Caminar por aquella plaza sin duda no fue una buena idea, para nada. Debía haber dado media vuelta y haberme ido, después de todo no era ni soy bienvenida, ¿pero qué hacer si el mismo pueblo recorre a mi ayuda?
No tenía más remedio que ir, que ayudarlos. Así me gano la vida, ayudando a quienes no debo por el simple deseo de mantenerme viva, de ser una superviviente. Por eso aprendí a cazar, a vivir en los peligrosos bosques de la tierra prohibida, a sobrevivir al verdadero DreamLand, al sobrevivir al abismo.

Una vez ya habido llegado al final de aquella plaza me encontré en una doble puerta de madera de roble, enorme cómo no, bien tallada, bien pulida y bien cuidada. Esa doble puerta me conduciría al interior de un infierno absoluto, me tendría que enfrentar a gente de mi sangre, tendría que enfrentarme a Lady Inwë Fëfalas, algo que obviamente no quería. Sin embargo me veía obligada a entrar.
Entré dentro y vi como un inmenso salón se abría ante mí; demasiado lujoso para mi. Todo decorado a la era victoriana.
Observé cada detalle de aquel lugar, cada persona, cada rostro hasta con uno en particular. Era una mujer, quien vestía con las ropas más lujosas del lugar, esa era Inwë Fëfalas, una arpía para mi, una repugnante bruja para mi, sin embargo una diosa amada como un hijo a una madre por todo el lugar. Sus cabellos de oro relucían a la distancia y sus ojos del color atardecer también.

Ella me vio y se me acercó con bastante seriedad, con cansancio y serenidad.

- ¿Eres Idril, verdad? La hija de Ireth Inglorion, si no me equivoco.

Me dijo ella con tan solo verme, y así haciendo que todos los demás miraran tanto a ella como yo. Era molesto, no me gustaba llamar la atención. Y aún más molesto era su voz que mostraba calidez y ternura, pues así era la voz de mi madre.

- Así es soy Idril. Y si soy la hija de esa mujer o mejor dicho, lo era, pues no tengo madre ni padre al cuál recurrir.- Le respondí yo con tal frialdad, pues era verdad, no tenía ni tengo padres, pues ellos me los robaron.

La mujer me miró de tal manera que parecía llorar por tan solo mi mera existencia. Esa mirada también me molestaba. 
Ella se acercó a mi, caminando despacio y lentamente haciendo resonar sus tacones en toda la habitación, poco después estando ya delante mía a tan solo un misero metro me sonrió, una sonrisa forzada obviamente, pues yo no les agradaba.

- Pedimos tú ayuda, Idril. He escuchado rumores sobre ti en los que parecías legendaria pues la gente hablaba de ti con tal admiración por lo cual pensé; ''Esta muchacha nos podrá ayudar.''- Dijo con un tono de desdén al final.

A mi esa mujer no me engañaba, solo iba a dejarme alguna extraña misión para poder matarme o algo por el estilo, pues la razón de que me odie tanto es que yo maté a su familia cuando intentaba protegerlos. Me hizo perder la razón, me tentó llamándome ''Joven Multiusos'', en otras palabras ''Puta''. Me dijo que los protegiera con mi vida y así hice pero no tuvo buen resultado, hacer que mi ira despertará no fue nada bueno, pero eso es otra historia que debe ser contada en otro momento. Bueno en resumen ella lo comenzó todo, aunque lo niegue.

- Ve al grano. ¿Qué quieres de mi ayuda?.-